lunes, 16 de julio de 2012

CUANDO EL MUSEO DEL SIGLO XXI ES LA VIDA DEL SIGLO IX / ANATXU ZALBABEASCOA


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FOTO:Hawkeye Aerial Photography

Más allá de ser el primer gran edificio de Zaha Hadid que se inaugura en el Reino Unido (el 21 de junio, antes que el Centro Acuático de los juegos olímpicos londinenses), el Riverside Museum de Glasgow supone la reinvención de una ciudad a partir de museizar su pasado industrial. Es cierto que ese gesto se ha convertido ya en un clásico en muchas ciudades europeas, que parecen más dispuestas a recordar su pasado industrial por la grandeza de los logros –ferrocarriles, invernaderos o barcos- que por el ruido, humo y dureza del trabajo de los obreros. Así, con las urbes consoladas por el turismo y sin preguntarse qué ha roto la relación entre industria y ciudad, lo llamativo de este nuevo intento es que el edificio ideado por la arquitecta iraquí reinventa además la tipología museística añadiendo al  reclamo y al contenedor la cáscara que permite cobijar algo que no cabe en un edificio, algo hecho para la vida exterior. Así, muchos de los vehículos que ocupan el interior del nuevo centro han debido introducirse en el coloso antes de que este quedara cerrado. No sólo eso, entre barcos, coches y locomotoras, artilugios como un velódromo colgante invitan a recrear el pasado de un modo un tanto surrealista.

Esta manera de proceder es una buena metáfora de lo que ocurre cuando uno trata de explicar la vida, el agua o incluso el pasado glorioso –como aquí sucede- en el interior de un museo. El material encerrado corre el riesgo de morir en ese encierro. Se convierte en una pobre copia de lo que pueden contar mejor las personas, los ríos o las propias calles de las ciudades. Eso sí, exigiendo un poco de atención por parte del visitante. La clave está en masticar la cultura o en tragarla molida para asegurar una digestión rápida. Así, la locomotora sudafricana o el velódromo colgante, además de reproducciones de la calle mayor del Glasgow en el siglo XIX, serán ciencia ficción para los visitantes más jóvenes: papilla de lo que fue el pasado fabril de esta ciudad junto al río Clyde donde hoy se levanta el museo. Es evidente que el pasado construye los cimientos del futuro pero, ¿debe su mitificación constituir el tema de diversión? Y si es así, ¿se necesita un museo sumamente icónico -capaz de alardes ingenieriles como soportar una cubierta de acero de 2.500 toneladas sin columnas interiores- para trasladar, o celebrar, ese pasado en el futuro?

Las autoridades británicas parecen creer que sí. El proyecto de Hadid, encargado en 2004, poco antes de que la proyectista ganara el premio Pritzker, ha recaudado cinco millones de euros de donaciones particulares. También ha sido el edificio mejor dotado con fondos de la lotería nacional. “La historia de Glasgow está profundamente ligada a la historia del río Clyde. Ambos han dado forma al diseño del museo”, ha explicado la arquitecta. “Quise que el centro reflejara la importancia de su ubicación, también que el montaje desplegara una colección extraordinaria. Por eso el diseño fluido quiere contribuir a la rica tradición ingenieril de la ciudad: una verdadera celebración y manifestación del buen hacer de los ingenieros”. Su espectacular edificio, varado junto al río y frente al barco Glenlee, uno de los cinco veleros construidos allí que todavía existen, rinde tributo a ese pasado más espectacular por la superación de una población que por la huella formal del mismo.



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FOTOS: Alan Mcateer
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Por: Anatxu Zabalbeascoa

viawww.elpais.es

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